EL SECUESTRADOR INTELECTUAL. LA ESCUELA EN BRASIL Y LA DESTRUCCIÓN DEL ESPACIO DE LO COMÚN

Por Claudia Belmar Hormazábal, Diplomada em Filosofía Política pela Universidade do Chile.

 

I. Introducción

La consideración de la educación como fenómeno político y específicamente la escuela como espacio público, es decir, la relación entre política y educación, ha sido objeto de una constante reflexión en el campo de la filosofía política.

Una de las maneras en las que es posible indagar dicha relación es considerando que existen momentos políticos dentro de la educación, es decir, la escuela puede ser explorada políticamente al constituirse como un espacio intermedio entre la familia y el Estado y por lo tanto, como lugar donde se estructura el conocimiento en términos de poder, esto es por ejemplo, por medio del currículum. Del mismo modo, es posible indagar y verificar en ella relaciones de dominación ya sea entre compañeros, como también en aquella establecida entre profesor-alumno, donde la pregunta principal es aquella que intenta responder cómo se producen las relaciones y el ejercicio del poder en el aula y en ello, la centralidad que se le atribuye al profesor en la materialización de una relación de poder asimétrico donde el alumno pasa a constituirse en la parte más débil dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje.

En este sentido, uno de los enfoques que permite analizar las relaciones de poder dentro de la escuela es aquel propuesto por Foucault, quien realiza una aproximación al poder alejándose de aquellas teorías que lo examinan desde el prisma del Estado, del gobierno o de aquel ejercido por determinados grupos, para sostener que el poder se encuentra desplegado en todas las relaciones establecidas entre individuos, en las cuales habrá quienes intentan conducir o influir en los otros a través de una red de poder descentralizada y presente en todo el espectro social. De esta manera, el poder es entendido como técnicas y mecanismos de control y dominación, donde el poder-saber, es el concepto que permite explicar las relaciones de poder, es decir aquellas existentes entre el sujeto y los juegos de verdad, donde el discurso, es decir, -"lo que puede ser dicho y pensado, pero también a quien puede hablar, cuándo y con qué autoridad"- produce tanto subjetividades como la mantención de ciertas relaciones de poder. Es así como los discursos, en tanto prácticas mediante las cuales se construyen objetos -cuyo significado depende de quienes hacen uso de ellos, prohibiendo, excluyendo e incluso estableciendo oposiciones de aquello que puede ser considerado como cierto o falso, pero a la vez incluyendo aquello que puede ser dicho- es la forma en la que se controla y limita el saber, por lo que el discurso puede ser definido tanto como instrumento como efecto de poder.

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